Espiritualidad y medicina tradicional

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Desde antaño el ser humano y sus ancestros han vivido en sociedad, cuidando unos de otros, desarrollando técnicas de curación y de mantenimiento de la salud, no solo individual, si no también grupal. Una muestra de ello es el descubrimiento de restos neandertales en la Sima de los Huesos o en la Chapelle aux Saints de individuos que sufrían fuertes lesiones, enfermedades degenerativas, malformaciones… y que lograron alargar su vida gracias a los cuidados proporcionados por el grupo y a las técnicas sanadoras que se fueron desarrollando con la experiencia y la transmisión del conocimiento acumulado a lo largo de las generaciones.

Además, los paleoantropólogos han dado constancia de la capacidad simbólica y de indicios sobre creencias en los que comúnmente se denomina “Más Allá”, gracias a los yacimientos funerarios que se han descubierto y a ciertas representaciones rupestres de lo que se consideran “hechiceros” o “chamanes”, lo que se encuentra íntimamente ligado al desarrollo de cosmovisiones y comportamientos de índole espiritual y “religiosa”. Por tanto, partiendo del supuesto de que estas cosmovisiones configuraban la representación del mundo que los individuos y los grupos poseían y las fuerzas que intervenían en la supervivencia de la sociedad, podemos asumir que, desde antiguo, condicionaron de en gran los métodos de sanación.

Para algunos autores es el chamanismo el que integró estos conocimientos desde los primeros pasos de la Humanidad, ayudando al equilibrio de la sociedad en su constante diálogo con el “mundo de los espíritus”, o como lo llaman desde estas tradiciones, el Astral. Mircea Eliade lo caracterizó como “las técnicas del éxtasis”, ya que observó entre los shaman siberianos (de donde procede el término) como recurrían a métodos para hacerles abandonar el cuerpo y viajar a otros mundos o planos, en lo que denominó “el vuelo mágico del chamán”.

Este era el encargado de mantener el equilibrio entre los mundos material y metafísico y, por tanto, de la salud y el bienestar de la comunidad. Por otra parte, la difusión y surgimiento de nuevos sistemas sociales, tecnologías, ritos, creencias y demás “saberes culturales” ha contribuido al enriquecimiento y desarrollo de las sociedades en contacto y al avance de numerosas formas de supervivencia, relacionalidad y técnicas de sanación; produciéndose hibridaciones y sincretismos que han favorecido -aunque no siempre- a la expansión del ser humano.

Este hecho se hace radicalmente patente en el mundo del capitalismo globalizado; en el que -a pesar de las fuertes tendencias hacia la “secularización” y la modernidad; por la que los procesos de individuación, racionalización y diferenciación funcional han cobrado protagonismo, provocando tendencias hacia la “extirpación de los modos tradicionales” y hacia el “desencantamiento del mundo”, gracias al impulso de las “tecnologías de la información” y a la tensión generada entre globalización e identidad se ha generado un “renacimiento de las comunidades religiosas” debido a lo que Castells denominó “las búsquedas de sentido […] en la reconstrucción de identidades defendidas en torno a principios comunales”.

Así, el cuestionamiento de ciertos paradigmas predominantes en Occidente provocó – sobre todo a partir de los años 60-70, a raíz del surgimiento del movimiento de la New Age y los Nuevos Movimientos Religiosos, una ola de apropiación de filosofías, prácticas, religiones, movimientos, ideas… que contribuyeron y continúan contribuyendo profundamente al cambio social a lo largo y ancho del globo, modalidades sincréticas que generan una suerte de “hibridismo posmoderno” ; a raíz de lo cual han aparecido lo que Champion denomina “religiones a la carta” o “submakers”. Para Mendoça, los movimientos de la Nueva Era no tenían únicamente que ver con el nivel de las creencias y las cosmovisiones, si no que se centraban en la “mejora holista” del individuo, un ámbito en el que, según la autora, “los límites entre religión y psicoterapia […] son muy tenues, si es que pueden estar entrelazados”.

Así, estos movimientos se han relacionado con lo que Rocchi denominó “reseaux psychomystiques”; en las que las creencias y prácticas “tienen una dimensión terapéutica y otra espiritual supraempírica” que se fundamentan en el deseo de “transformación interior”.

Estas dinámicas se pueden relacionar y englobar en lo que N. Saavedra denomina healthism; un “fenómeno sociocultural […] relacionado con el consumo de bienes para la salud” Estas tradiciones se han instalado en la sociedad occidental a través de personas influenciadas por la New Age (aunque muchas veces no se identifiquen con ella) y el espiritualismo posmoderno.

Lo curioso es cómo y por qué estas prácticas se han instalado en un territorio y una cultura que, al menos en apariencia, poco tienen que ver con ellas, y cómo a través del ritual y el “evento espiritual” se “sanan las relaciones” en un ámbito de vida urbana y de intensa individualización; con todos sus problemas y trastornos asociados. Este enfoque no se centra averiguar si estas cosmovisiones se asemejan o no a la realidad, si no que trata de entender de qué forma funciona una práctica sanadora subalterna en nuestra sociedad, qué personas la “consumen”, sus ámbitos de aplicación, sus modos y métodos para incentivar su puesta en práctica en otros contextos más escépticos, como clínicas y hospitales, en muchas de las cuales existe una sistematización de la sanación semejante a una cadena de producción; modelo tomado del contexto capitalista en el que se encuentran.

Estas relaciones han de estudiarse, por un lado, de forma diacrónica; debido a la necesidad de comprender sus orígenes y su pragmática en los diferentes contextos y épocas en los que se ha llevado a cabo, la cual no consta únicamente de una dimensión sanadora, si no también política y social para poder descubrir las posibilidades que encierra. Desde este punto de vista merece la pena, además, entender las relaciones que se establecen en su seno y entre diferentes vías y tradiciones, ahondando en los sincretismos entre ellas para comprender los modos organizativos y relacionales, sus puestas en práctica y sus performances.

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